jueves, 24 de marzo de 2011

TDAH

DEL LLANO GRANADOS VANIA B.

DR. SORIANO PA

AUTORES

Al pasar de los años, los términos utilizados para designar estas alteraciones han sido múltiples y han sido causa de diversas interpretaciones y definiciones de conceptos tales como “…síndrome de daño cerebral, daño cerebral mínimo, daño cerebral difuso, lesión cerebral mínima, síndrome del niño torpe, trastorno especifico del aprendizaje…”

De acuerdo a otras interpretaciones “el Trastorno por Déficit de Atención TDA es una dificultad escondida, no tiene marca física que lo registre, los niños con TDA se identifican fácilmente cuando interactúan con otros de su misma edad en áreas organizadas y/o productivas, pues se evidencia la dificultad para focalizar y mantener la atención, que de acuerdo con la edad y madurez de un individuo, se considera apropiada”





El Trastorno por Déficit de Atención (TDA) es un padecimiento donde al sujeto le es difícil centrar su atención a un estímulo y concentrarse en éste. Normalmente se hace más evidente en la edad escolar, cuando el maestro observa que estos niños no se desempeñan correctamente en sus labores escolares y se hace notoria la falta de concentración en la clase y la dificultad para terminar los trabajos. Algunas veces estos niños presentan hiperactividad, esto se debe principalmente a que el TDA puede o no presentar comportamientos de aumento en la actividad del sujeto.
Así pues, la escuela constituye la principal actividad en la vida de los niños y adolescentes. Por lo tanto, todo aquello que interfiera con el rendimiento y el buen resultado en la escuela provocará problemas al estudiante y a su familia. De igual manera puede desencadenar problemas emocionales y conductuales, dificultades para relacionarse con los compañeros y un posible estrés familiar. Si no se identifica y no se trata, este trastorno interferirá de manera significativa en todos los aspectos de la vida del individuo.

Los principales problemas que suelen manifestarse son las dificultades emocionales o de comportamiento en la escuela, con los compañeros y en la familia. Como parte del proceso diagnostico, es de suma importancia identificar el motivo lo más exacto posible de estas dificultades puesto que si está mal diagnosticado es probable que la atención que se le brinde no sea la adecuada y el sujeto no presente mejoría alguna.

Origen y clasificación del Trastorno por Déficit de Atención

Los primeros antecedentes del estudio del TDA se remontan desde principios del siglo XX cuando, en Inglaterra, George Still y Alfred Tredgold realizaron investigaciones científicas acerca de la conducta de los niños, e identificaron un tipo de comportamiento que se asemeja a lo que actualmente conocemos como TDA. Cabe señalar que en la primera mitad del siglo XX se les consideraba como “niños con disfunción cerebral mínima”, definido como el cuadro clínico que presentan ciertos niños cuya inteligencia es normal, que sufren trastornos de aprendizaje que van de moderados a severos, asociados a diversas anormalidades del sistema nervioso central.

En Estados Unidos de América, el interés en torno a este trastorno surgió después de la epidemia de encefalitis entre 1917 y 1918. Cuando los científicos descubrieron a los niños que sobrevivieron, notaron que presentaban secuelas serias tanto en su conducta como en su capacidad cognoscitiva, las cuales incluían varias de las características que hoy consideramos como parte del TDA.

En el año de 1934 Kahn y Cohen propusieron que la hiperactividad y la conducta impulsiva, acompañadas a menudo de agresividad, eran a casa de factores orgánicos localizables posiblemente en el tallo cerebral. En 1937, Bradley descubrió que los niños hiperactivos respondían adecuadamente al tratamiento con anfetaminas, aún cuando no había evidencia de un posible daño cerebral.

En 1957, Laufer, Denhoff y Solomons desarrollaron un modelo que explicaba la hiperactividad como un defecto neurológico que se caracterizaba por permitir la llegada a la corteza motora de una cantidad excesiva de estímulos periféricos y por la incapacidad de manejarlos.

Fue hasta 1968 que la Asociación Psiquiátrica Americana codifico en su nomenclatura oficial la hiperactividad como síndrome de la infancia. Así surgió en psicología un modelo de comportamiento que se centró en un enfoque descriptivo de los trastornos mentales y/o conductuales, cuyo diagnóstico no se realizaba en función de ninguna supuesta causa orgánica. Como consecuencia de ello comenzaron a delimitarse grupos específicos para cada trastorno infantil, así como el grado de primacía que cada uno de ellos tenía.

Surgieron así las diferentes clasificaciones oficiales de los trastornos mentales como la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE) documentados en un manual revisado por consenso entre especialistas denominado Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM).

El auge de los estudios sobre alteraciones atencionales permitió el paso de una concepción del trastorno con base a la sobreactividad a otra, cuyo síntoma cardinal es el déficit atencional. En la tercera revisión del DSM, en 1980, se habló ya del Trastorno por Déficit de Atención TDA, atribución originada por las investigaciones de Douglas y Peters, quienes dicen que el trastorno está centrado en la falta de atención o distracción. El mismo DSM-III definió 2 tipos de trastorno por déficit atencional: TDA con hiperactividad (H) y TDA sin H. Posteriormente el TDA-IV; ante la necesidad de distinguir entre los subgrupos de problemas hasta entonces mezclados en la disfunción cerebral mínima se distinguieron tres trastornos diferenciados en cuanto a su posible etiología, curso y características; a saber: los trastornos del aprendizaje, los trastornos de la conducta y la hiperactividad. Es también en estos momentos cuando comienza a resaltarse con mucho más énfasis la importancia e influencia de los problemas atencionales en dichos trastornos.
El TDA es un padecimiento que se presenta en la infancia y puede extenderse hasta la adultez. Una reseña de los estudios más significativos al respecto se presenta a continuación:
 1940, se diagnosticaba como daño cerebral mínimo o daño cerebral orgánico.

 1960, como disfunción cerebral mínima, daño cerebral difuso, disfunción cerebral orgánica, impulsividad orgánica, síndrome cuneiforme.

 1965, síndrome hiperkinético, síndrome de desorganización cerebral, síndrome de Strauss, síndrome de hiper -excitabilidad, trastorno hiperkinético, síndrome afasoide, retraso maduracional, discapacidad psicolingüística, trastorno psiconeurológico, agnosia auditiva, trastorno específico de lenguaje, trastorno de la atención, discapacidad específica de la lectura, síndrome del niño torpe, retardo lector primario, discincronía neurofisiológica, reacción hiperkinética.

 1980, déficit atencional con o sin hiperactividad.

 1987, déficit atencional con hiperactividad, déficit de atención indiferenciado (sin hiperactividad).
Causas y síntomas

De acuerdo con las últimas investigaciones realizadas, se ha detectado que una de las principales causas es de origen neurobiológico, encontrándose así una alteración en la producción de neurotransmisores inhibidores los cuales son mejor conocidos como dopamina y noreprinefrina. Esto es “…las personas con déficit de atención presentan un mecanismo deficiente de los neurotransmisores que inhiben o detienen la transmisión de los impulsos nerviosos (a nivel de la sinapsis neuronal), para evitar que lleguen a la corteza cerebral alta y sean integrados y con esto percibidos”.

De acuerdo con estos resultados se considera que el sujeto con TDA no reabsorbe del todo lo que libera y es entonces que en las siguientes conexiones neuronales se presenta un exceso de neurotransmisor sináptico causando así el exceso de movimiento e inquietud.

Cuando el sujeto de la evaluación presenta hiperactividad, distraibilidad y/o impulsividad y cuando estas manifestaciones han estado presentes durante gran parte de la vida del individuo, deberá tenerse en cuenta la posibilidad de un TDA/H.

Los síntomas pueden dividirse en primarios y secundarios; los primarios son en síndrome en sí mismo: impulsividad, inatención, hiperactividad; los síntomas secundarios son aquellas complicaciones emocionales asociadas al padecimiento.
Síntomas Primarios:
Inatención: Es una marcada desorganización en el niño, tanto en su acción como en su lenguaje. Por lo general, los niños con TDA cambian de una actividad a otra sin concluir la anterior, no demuestran orden en sus trabajos o juegos y sus pertenecías siempre están desorganizados.

Sus periodos de atención son muy cortos y son poco capaces de seguir instrucciones, pues las escuchan pero no las registran. Constantemente están desorientados dado que no saben lo que tienen que hacer o cómo se les explicó que lo hicieran; esta dificultad en el seguimiento de instrucciones se incrementa si reciben 2 o más ordenes a la vez.

Llegan a mostrar desagrado o resistencia por cualquier actividad que implique una atención sostenida. Mientras sus compañeros pueden tardar 15 minutos en un ejercicio o copiar una página de cuaderno, ellos demorarán un poco más de tiempo aunque si la actividad es de su agrado se les facilitará terminarla a tiempo.

Hiperactividad: Este término se refiere a un exceso de actividad motora. Es una inquietud marcada, los niños no pueden permanecer en su lugar por un largo plazo de tiempo, están en constante movimiento.

Su lenguaje es excesivamente abundante, son demandantes y constantemente quieren hablar con otros.

Impulsividad: Su conducta es impaciente, no pueden respetar turnos, tienden a ser bruscos y directos en sus interacciones y excesivamente demandantes; no pueden esperar a ser atendidos. Interrumpen con frecuencia las actividades y conversaciones de otros.

No miden el peligro, pocas veces meditan sobre las consecuencias de sus acciones.

Estos síntomas pueden variar y en ocasiones parecen acentuarse. El niño puede mantener la atención, por ejemplo, durante un programa de televisión o una película o mientras arma y desarma un juguete, pero no es lo mismo al hacer la tarea o tener que copiar un texto.
SINTOMAS SECUNDARIOS

Los síntomas secundarios son las dificultades emocionales que se desarrollan alrededor del cuadro principal, por lo que no siempre se reconocen y son sin lugar a dudas los más difíciles de tratar: baja autoestima, depresión, baja motivación hacia la escuela, aburrimiento y frustración ante las tareas académicas, miedo de aprender cosas nuevas, miedo anticipado al fracaso, malas relaciones sociales con sus compañeros de clase.

Si el diagnostico es tardíamente efectuado más profundos se vuelven los síntomas secundarios y es más difícil tratarlos. Tal vez esta sea la causa de que algunos adultos no puedan establecer relaciones sin altibajos debido a los problemas en su autoestima dado que estos surgieron desde la infancia y nunca fueron tratados durante los años escolares.
Subtipos:

1. Déficit de atención con hiperactividad, se encuentran presentes todos los síntomas: inatención, impulsividad e hiperactividad. Es el que se presenta con mayor frecuencia.

2. Déficit de atención inatento, predomina la inatención y no está presente la hiperactividad, por lo general éste es el que se diagnostica más tardíamente.

3. Déficit de atención con impulsividad: no esta tan marcada la inatención pero la inquietud y la impulsividad son la causa principal de los problemas.
Diagnóstico y tratamiento
“El diagnostico es sólo la posibilidad de un conjunto sindromico, que màs que las limitaciones nos debe plantear posibilidades estrategicas de abordaje tanto pedagogico como terapeutico”.
El diagnostico del TDA se basa en primer lugar y de forma primordial en el historial individual de la persona, o en la historia de su vida.
En primera instancia se debe aplicar una entrevista clínica, en esta, se les pide la información a los padres sobre el desarrollo y conducta del niño. Aquí es en donde probablemente surjan las primeras posibles causas de la hiperactividad. De igual manera es preciso y necesario que se de la información acerca del proceso de embarazo, parto, desarrollo neuromotriz, enfermedades padecidas, escolaridad y el contexto social en donde se desarrolla el sujeto.
Acto seguido de la entrevista se tendrá que hacer una serie de observaciones conductuales del sujeto, tanto en su ambiente familiar como en el escolar.
Posteriormente puede realizarse una evaluación psicopedagógica que es el proceso compartido de recogida y análisis de información relevante de la situación de enseñanza-aprendizaje, teniendo en cuenta las características propias del contexto escolar y familiar, a fin de tomar decisiones para promover cambios para mejorar la situación que se plantea. Esta se desarrolla en colaboración con el conjunto de participantes en el proceso: el alumnado, la familia, el centro educativo y otros profesionales.
Muchos de los especialistas en esta área, nos indican que se deben de realizar algunas evaluaciones por medio de radiografías craneales para así descartar una posible lesión y ver cómo es que trabaja el cerebro del sujeto.

Para brindar un tratamiento farmacológico solo puede ser brindado por un médico especialista, así pues un profesor o un psicólogo no son los mas recomendables para sugerir fármacos, es aquí en donde nos percatamos de que para el diagnostico y tratamiento habrá que trabajar en conjunto con varios especialistas como un psicólogo, terapeuta y/o profesor de aula para que el sujeto tenga el mejor resultado posible.

Hemos de saber que los fármacos son más efectivos en el tratamiento de la atención y el control de la hiperactividad, estos actúan en el sistema nervioso, haciéndolo funcionar de una manera más eficaz. Los medicamentos facilitan que se genere en el organismo una mayor cantidad de catecolaminas así los niveles de atención y la inquietud motora se ajustan mejor a las demandas del medio.
Los fármacos que se administran en la hiperactividad infantil no crean dependencia física, pero existe un cierto riesgo de una dependencia psíquica, es decir, en un conjunto de modificaciones psicológicas de contenido agradable producidas por el consumo del fármaco que llegan a despertar un deseo irresistible de consumirlo. Pero este tipo de dependencia se produce principalmente en los padres al ver resultados positivos en los niños y se crea el temor de que al suspenderlos puedan enfrentarse de nuevo a las conductas hiperactivas del sujeto.



BIBLIOGRAFIA
 Calderón, Raul. (1990) El niño con disfunción cerebral. Trastornos de lenguaje, aprendizaje y atención en el niño. Edit. Limusa Noriega.
 Rossello I. M., (1998) Psicología de la atención. Edit. Pirámide.
 Mendoza, Ma. Teresa, ¿Qué es el trastorno por déficit de atención? Una guía para padres y maestros. Editorial. Trillas
 Risueño, Alicia Elena. (2006) Mitos y realidades del síndrome Atencional con hiperactividad. Buenos Aires. P. 18

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