jueves, 24 de marzo de 2011

SUICIO "ETICA, MORAL Y ESPIRITUALIDAD"

Juana Puente Hernández

Profesora

El suicidio es un tema difícil de tratar indudablemente sobre todo si se quiere abordar desde un ámbito social, familiar y espiritual. Es un tema tabú porque a nadie le gusta hablar de él y menos confesar “se suicidó mi papá, hermano, etc.”. Al inicio se enmascara con una muerte accidental o enfermedad súbita. Pero confesar que mi “ser querido se suicido”, se convierte en un escándalo en nuestra sociedad y esto provocará situaciones muy complejas. Nunca es un acto que afecte solo a quien lo comete; sus causas y los porqués incriminan a todo su entorno, la familia propia, los vecinos, los familiares cercanos aún los lejanos, los amigos, el sacerdote, los testigos si los hubo, quien descubre el cadáver, quien ayuda, las figuras significativas; hasta para quien no le conoció y que se entera por los medios masivos de comunicación deja esta noticia una desagradable sensación. El suicidio no es solamente un síntoma o consecuencia de una enfermedad psiquiátrica como es el motivo de nuestro estudio, tampoco el suicida es un valiente ni un cobarde, es el acto de una persona que sufre la más terrible de las desesperanzas y que su vida carece de sentido.




En individuos psíquicamente sanos la decisión, adoptada libremente, del homicidio de si mismos puede ser consecuencia de una situación a la que no se le ve salida. En tal caso es expresión de un estado afectivo de angustia, desesperación y ausencia de otras salidas, condena moral de sí mismo, vejación de sí mismo y destrucción de sí mismo. La base de esta manifestación de las pulsiones de muerte está constituida por sentimientos de culpabilidad reprimidos (Freud).

en 1988 se asegura que muchos profesionales suicidiologos, filósofos, investigadores, médicos científicos sociales, etc., que han estudiado y escrito sobre el suicidio, todavía no encuentran una definición satisfactoria de este fenómeno, porque se trata de algo mucho más importante que una simple cuestión filosófica. Además, la palabra suicidio se puede referir no aun acto singular, sino también a una variedad de conductas que lo acompañan: deseos, pensamientos, intenciones, gestos y mucho más.

En el interior de una persona suicida encontraremos seres muy diferentes de emociones contradictores, sentimientos de bondad o no, actitudes internas positivas y negativas, deseos virtuosos y viciosos, actos sanos y enfermizos, estrés interior, desesperanzas concretas e individuales.

En nuestro caso al hablar de suicidio nos referiremos a todas aquellas conductas autodestructivas que de manera directa o indirecta ponen en peligro la vida y que en último término de quien vive una profunda, insufrible e infinita desesperanza, por lo que el suicida no puede ser ni un valiente ni un cobarde es alguien que esta pasando por in infinito sufrimiento y su única salida viable es la muerte. Por lo tanto la busca y, en ocasiones una y otra vez, con toda perseverancia y constancia, hasta que logra su fatal cometido.

Esta necesidad de suicidio la sufren todos: pobres o ricos, cultos o incultos, creyentes o incrédulos, niños o viejos, solteros o casados, triunfadores o perdedores, quienes provienen de familias buenas, funcionales, unidas o los que crecieron en hogares malos, sin respeto, desunidos, con gran patología parental, los sanos o los enfermos, los reconocidos socialmente o los que viven perdidos en el anonimato de la gran masa que forma la sociedad actual. En una palabra el suicidio es cien por ciento democrático, no elitista, sin embargo aún viviendo estas circunstancias no todos lo intentan.

Sabemos que el suicidio es un tema tabú social por lo tanto las estadísticas no son confiables, muchos actos suicidas se registran como accidentes automovilísticos, caseros etc., no falta el médico benevolente que firme un acta de defunción con otro Dx.

- No es tan importante profundizar en las tazas porque no nos interesan los casos sino las personas (por lo menos el objetivo de este trabajo) las personas concretas que sufren tanta desesperanza que han pensado quitarse la vida y que recurren a alguien en busca de ayuda comprensión y tal vez como su última esperanza, por lo tanto lo más importante será conocer: la personalidad suicida, el riesgo suicida, los momentos del suicidio, la ayuda que se puede dar en cada caso. Se tendrá que tomar en cuenta de que una persona comienza a cometer suicidio mucho antes de llegar al acto suicida y mucho antes de empezar a vivir la circunstancia detonante, esta persona tiene muchos años atrás de una enfermedad mental.

Una de las principales causas es la Depresión: Que es ese pensar que no disminuye con el paso del tiempo; que a la larga anula toda acción que inunda con una sensación de angustia difícil de soportar, que es recidiva; que se extiende implacablemente en una psique capacitada para experimentar un infinito sufrimiento mental, tan grande que parece que el deprimido tiene un cedazo que solo deja pasar a su cabeza pensamientos negativos, con una triada cognitiva por la que ve negro su interior, su entorno, su futuro; en una vida en la que no hay la mínima luz de esperanza y sí una agobiante vivencia de melancolía, además ideas de culpa, pecado, condenación y autoacusación.

Además habrá una especie de “clamor” que pide ayuda y que encierra sentimientos de hostilidad a que este enfermo se aferra a los demás en el contexto de dependencia frustrada. Vivir así es muy difícil y si aumentamos la pérdida de autoestima y o adicciones el riesgo suicida es demasiado alto.

Sin embargo la propia psicodinamia de la depresión no es suficiente para explicarse el por qué del suicidio, porque, ni todos los que se suicidan están deprimidos, ni todos los deprimidos se suicidan. Otra posible causa: actitudes de fantasía y los conceptos del paciente en relación con la muerte y el acto de morir. Si en su constructo está que la muerte es un descanso eterno y total, porque es el final de todo, puesto que hay otra existencia, o si es un paso a una vida mejor, o si es un alivio a todos los sufrimientos, o si solo es un cambio de energía, etc. Otra más puede ser la necesidad de expiación; que desempeña también un factor muy importante en los deseos suicidas, vivir con grandes sentimientos de culpa y una imperiosa necesidad de autocastigo, se tienen emociones de autodesprecio e inutilidad, un miedo a la vida y una necesidad de ser castigado por el odio que siente hacia sí mismo . El suicidio se le presenta como una manera perfecta de pagar por sus culpas y pecados. También puede estar: una vida familiar no gratificante; como una de las causas más frecuentes de suicidio, que aunque se ha ido perdiendo, el mexicano le sigue dando un valor muy importante a la vida familiar. Puede sentirse lleno de frustraciones, culpigena, con rabia no sentirse reconocido, valorado, integrado y subestimado en la familia; no tener un sentido de pertenencia, etc. Otro factor de riesgo puede ser el dolor físico que no se quita o no disminuye suficientemente o el miedo a ciertas enfermedades que podríamos decir que más que causas son fuertes detonantes que pueden llevar a alguien al suicidio; o incluso al recibir el diagnóstico muchos caen en una seria ideación suicida. Y muchas otras causas en las que no profundizaremos por no ser la razón de este trabajo.

Religiosidad y espiritualidad

La religiosidad y la espiritualidad juegan un papel muy importante en la vida del individuo que es considerado como biopsicosociotrascendente puesto que muchas veces la relación personal con el Dios de cada quien puede ser fuente de depresión culpas, rabias y estas pueden llevar a una conducta e ideación suicida o al acto mismo. La religión cualquiera que sea tiene siempre una fuerza extraordinaria en la vida de las personas, pero también en muchas ocasiones servirá de freno evitando que el creyente cometa suicidio o al revés, muchas veces impulsa al suicidio colectivo, cometidos en nombre de un dios (que no de Dios). Para muchos enfermos o pacientes con riesgo suicida serán las únicas esperanzas reales que podamos dar.

Espiritualidad:

Sabemos que no hay persona que no tenga una pena, sea cual sea, que no busque la paz y el consuelo en lo profundo de su espiritualidad, siempre buscará a su Dios. Por eso es necesario ver a esta persona de una manera integral y en estas circunstancias muchas veces las ciencias difieren porque la farmacoterapia, la psicoterapia y la religión y o espiritualidad no se complementan y se minimizan unas a otras y se da una parcialización en el tratamiento: La espiritualidad es el proceso del seguimiento de Cristo bajo el impulso del espíritu y bajo la guía de la iglesia, también es aquello que produce en el ser humano un cambio interior que hace volcarse al otro en el amor (servicio) por lo que las transformaciones que produce son interiores y alquímicas.

Elementos de la espiritualidad: Conocimiento de Dios, que se experimenta hondamente en todo el ámbito de la persona y se apoya en su palabra (Biblia); Responder a su llamada, como salir en busca de alguien que previamente nos ha buscado; Entrar en estrecha relación con Él a través de la oración personal y comunitaria y la puesta en práctica de su palabra; La participación comunitaria en presencia participación y solidaridad en una auténtica promoción humana.

Acciones espirituales: Relación con las cualidades humanas; la comprensión, la paciencia y la tolerancia; la capacidad de perdonar, la alegría, la responsabilidad y la armonía, que proporcionan felicidad personal; a quienes nos rodean; el amor a un nivel ágape.

Efectos de la espiritualidad: Consolar a los afligidos; generar sentido a los desesperados; predicar y construir la paz; luchar por la justicia y la dignidad personal y de los otros; ser la voz de los que no tienen voz.

Exigencias de la espiritualidad: Coherencia de vida, sin dicotomías; contacto permanente con Jesús que propicie cambios; fe como actitud de vida; nuevo estilo de vida en continuo proceso de cambio en nuestras relaciones con nosotros mismos, con el prójimo y con Dios.

Religión es la creencia en el derecho a la salvación, predicada por cualquier tradición de fe, asociada a una serie de enseñanzas o dogmas, ritos oraciones, (culto), etc.

Cristianismo. En la teología, el concepto de la justificación enseña que no hay estrategia humana alguna que pueda justificar al ser humano ante Dios. El hecho de que una persona esté bien con Dios no depende de que esa persona haya hecho algo especial, depende totalmente del hecho de que en Jesucristo Dios asumió la responsabilidad de la enajenación del ser humano causada por el pecado, con su crucifixión Cristo justificó a la humanidad.

Dios está con la humanidad no porque ésta lo quiera o lo pida (oración) sino porque Él así lo desea y porque ama al ser humano. Es por la gracia de Dios, que la humanidad es perdonada y justificada. Por lo tanto el ser humano debe aceptar su justificación a través de la fe, aunque ésta no es la base de su justificación, la base es Jesucristo, pero la fe es la forma que tiene el hombre para reconocer y aceptar este hecho. Ser justificado por la fe, es reconocer que la base de la vida humana y la esperanza del hombre, no reside en el hombre en sí, sino en Dios. Encontrar la fe es dar fin a una vida centrada en la humanidad e independiente de Dios, sino en su poder de perdonar, de guiar y el hombre acepta este hecho por la fe. Dios es el único que tiene ese poder.

Fe: la fe es la respuesta del hombre a la iniciativa de Dios; se vive como adhesión y como conocimiento de su palabra; es una virtud de la inteligencia puesta en movimiento hacia su objeto, que se dirige enteramente hacia su bien, por impulso de su voluntad; la humanidad, caso contrario de los animales, no entiende su vida como una compulsión de la cual no se puede deshacer y tiene la libertad de aceptar su vida o acabarla y esa libertad le obliga a ver la vida como un regalo que debe ser preservado, pero también como una ofrenda que debe hacerse. El hecho de que tenemos libertad de ceder nuestra vida, implica que podemos llegar a darla por un bien superior. Sin esa libertad no puede haber libertad para estar con Dios, según el concepto cristiano, tiene como complemento la libertad de dar la vida de uno como sacrificio, y dentro del sacrificio, el ser humano posee la libertad y el derecho a la muerte, con el propósito de libertad y el derecho a la muerte, con el objetivo de sacrificar su vida, en lograr un bien. Aquí se toma el concepto de mártir (testigo) de su fe y muy aceptable para el cristiano.

Catolicismo:

Para los católicos suicidio es un acto por el que uno mismo se causa la muerte. Pecando contra el verdadero amor así mismo, y que está contenido en el amor de Dios. La malicia objetiva del suicidio no quiere decir, sin embargo, que a veces no pueda haber ciertas excusas objetivas, el nuevo derecho canónico, promulgado por el papa Juan Pablo II, el 25 de enero de 1983. Sólo menciona el suicidio en el canon 1041-5 “Quien de manera grave se mutiló así mismo, o a otro, o haya intentado suicidarse, no podrá ser ordenado sacerdote”; es decir, que el código vigente sólo penaliza el suicidio como una irregularidad para recibir las ordenes sagradas, ya no prohíbe (para quienes se han suicidado) celebrar las misas, dirigir exequias o administrar sacramentos. El sacerdote ya puede brindar todos los auxilios espirituales, tanto al suicida que falló en su intento, como a los familiares de quien lo consumó.

Con esto no quiere decir que la iglesia católica apruebe el suicidio, en el Concilio Vaticano II, en la Constitución Pastoral, la iglesia en el mundo de hoy, proclama:

“El concilio inculca el respeto al hombre de forma que cada uno, sin excepción de nadie debe considerar al prójimo como otro yo, cuidando en primer lugar de su vida y de los medios necesarios para vivir dignamente. Cuando atenta contra la vida- homicidios de cualquier clase, genocidios, abortos, eutanasia, y el mismo suicidio deliberado cuando viola la integridad de la persona . . . cuando ofende la dignidad humana sin respeto a la libertad y responsabilidad, son practicas en sí misma infamantes que degradan la civilización humana y son totalmente contrario al honor debido al creador”

Se hace hincapié en el sentido social de humanidad y de responsabilidad del hombre como tal. El católico sabe que su vida es un don, es un bien, no una condena, sabe que tiene la posesión de su vida, pero no la propiedad, sabe que tiene derecho de su uso, pero no de su abuso, sabe que no existe sólo, que no es una isla pérdida en el océano, que tiene responsabilidades con la sociedad, con la familia, con la comunidad, que vive por y para los otros: por eso aquello de ver al prójimo como otro yo y sabe que su principal y único mandamiento es “Amar a Dios, amar al prójimo, amar al yo”. Además tiene puesta su fe y su esperanza en un Dios que es amor y que le regala la vida eterna y también sabe que no es un títere de Dios y que por lo mismo, tiene libertad, incluso para actuar en contra del mandamiento del Señor.

Aquí es donde penetra la visión católica actual sobre el suicidio, el católico es un hombre que participa de las alegrías y las penas humanas y nada de esto le debe ser indiferente. Por lo mismo ya que el suicidio es un problema humano, es algo que necesariamente debe importar y entender, así como ha sucedido con otras realidades, profundas de su existencia y de la conciencia, la realidad del suicidio ha sido también afinada por la iglesia, gracias a que ella contrariamente a lo que muchas personas piensan, creen e ignoran no va en contra de la ciencia. Acepta los descubrimientos y enseñanzas de la psiquiatría y de la psicología, que nos han hecho ver que el suicidio más que un problema moral, es un problema de circunstancia psíquica.

Sabemos que el suicidio es un estadio final de una quiebra progresiva del comportamiento adaptativo, que se presenta emocionalmente exhausto; que la historia previa al suicidio ha estado plegado de acontecimientos dolorosos, enraizados en la infancia, cuyo sustrato es la injusticia con que un ser humano vivió en esa etapa de su vida; y que el suicida es un ser hambriento de afectos y que en este aspecto otra causa es el sostenimiento del sin sentido de la vida, la vida no vale, es hostil, desesperante; por lo que lo mejor es acabar con ella.

La iglesia católica ha entendido que todo esto y mucho más, es la enseñanza de la ciencia, en este caso la psicología y la psiquiatría, también sabe que la persona que llega a atentar contra su vida, es una persona enferma. Alguien que, por algún motivo demasiado profunda, está sufriendo de una manera que llega a ser insoportable, el dolor de la desesperanza y la desesperanza no es un pecado, es una tragedia, la peor y más cruel de las tragedias y donde hay desesperanza no hay opción, porque no puede haber libertad, su única oportunidad es recibir ayuda adecuada.

Las corrientes teológicas morales insisten que en estas condiciones no hay pecado, por lo que más, que acusar al suicida la sociedad debe examinarse a conciencia a fin de descubrir las causas que pueden conducir a un prójimo a un “otro yo” a este gesto final. Y si ser católico, es alguien que comparte penas y alegría de los humanos y que nada de lo humano le es indiferente, la iglesia exige esto de tal manera que el mandamiento del amor es el único mandamiento del Señor. Nos toca a nosotros como individuos concientizarnos de esta gran responsabilidad, porque nosotros somos los que formamos la iglesia, que no es una simple sociedad de anonimato.

Debemos ser concientes de la responsabilidad que tenemos para no seguir negando amor al hambriento de afecto, tratando sin misericordia al que desde niño sufrió injusticias, aprendiendo a quien merece comprensión, ni condenar a quien de alguna manera como sociedad empujamos a una muerte buscada y anhelada. Es necesario prepararnos como iglesia y como sociedad para poder dar siempre la ayuda y orientación, la conducción al amor y al perdón a quien lo necesite y esté cerca de nosotros, dándole a conocer el rostro misericordioso de Dios.



“A Jesucristo es imposible conocerlo y no amarlo, amarlo y no seguirlo”
Bibliografía

Reyes Zubiría L. A. autor. Suicidio. 1ª. Edic. México, D.F.. AMTAC. A.C.- 1999

Corres Cadaviero C. autor. Espiritualidad Cristiana y Compromiso Social. Curso México. D.F. IMDOSOC-2004

Legaza J. L. Director. Concilio Vaticano II. vigésima-séptima. Edic. Madrid. Biblioteca de Autores Cristianos. 1975

Salazar López J. Presidente. III Conferencia Episcopal Latinoamericana Puebla. 1ª. Edic. México, D.F. Ediciones CELAM- Mayo 1979.

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